Cito: Hace pocos días en el Archivo Histórico Nacional, al interesarme por obtener fotocopias de cierto documento del siglo XIX, el personal de sala me informó de que se halla "suspendido" el servicio de fotocopias urgentes (que antes permitía a los usuarios obtener hasta 50 copias al mes en un plazo apróximado de 24 horas) y que, tal vez como consecuencia de esto, el tiempo de espera para fotocopias "normales" ahora roza los SEIS MESES.
Con esto el servicio reprográfico en el decano de los archivos españoles no sólo no llega al siglo XXI, sino que ni es digno del siglo XX. Seguramente esto no es imputable a los técnicos de sala; ignoro si lo que falta son fotocopiadoras o personal para operarlas, pero aportar una cosa u otra no parece requerir un esfuerzo heróico. Creo que esta carencia de recursos materiales y tal vez humanos pone de manifiesto el desinterés, cuando no el desprecio, de la oficialidad por lo archivos, en primer lugar, y más aún si cabe por los investigadores. Pensemos en una hipotética investigación que requiere la consulta de varios legajos. Acaso son legajos muy extensos, puede que con una letra (la temida "encadenada") que pone a prueba nuestra pericia paleográfica. Pues bien, en unas condiciones normales para el año 2018, el investigador podría: o pedir fotocopias urgentes de la sección que le interesase, para un par de días más tarde, llevárselas y descifrarlas tranquilamente; o hacer sus proprias fotografías de todo el documento (abonando, si el archivo lo requiriera, una tasa por el uso de una cámara) para luego identificar y sólo descifrar los pasajes relevantes; o bien, pedir fotocopias del todo, si hiciera falta, para acaso dedicarle horillas extras los fines de semana o festivos ¡pero no tener que deshojar la mitad del calendario antes de tenerlas en mano! Con la situación actual la única forma de consultar los documentos es presencialmente y pasando en el archivo las horas que hagan falta, perjudicando de muchas maneras a los investigadores: quienes acuden desde fuera de Madrid tendrán que costearse un hotel durante más noches; quienes no sean estudiantes, o investigadores a tiempo completo, tendrán que ausentarse de sus lugares de trabajo o de estudio para pasar más horas en su pupitre de la sala de consulta. Quienes tengan dudas sobre alguna abreviatura, o la sintáxis arcaica de un documento, no podrán llevarse una copia para meditar sobre su correcto descifrado, sino que tendrán que decidir en el acto sobre su contenido, con los posibles errores a los que conduce la prisa. No dudo que este obstáculo logístico lleve a la larga a abandonar más de un proyecto de investigación, al incrementar sensiblemente el número de horas que obliga al estudioso a pasar en un archivo, frente a lo que debiera y pudiera ser.
Y esto en la España en que el gobierno alegremente vierte millones al pozo sin fondo de los rescates de bancos y autopistas. Sobran los comentarios y falta vergüenza."
Con esto el servicio reprográfico en el decano de los archivos españoles no sólo no llega al siglo XXI, sino que ni es digno del siglo XX. Seguramente esto no es imputable a los técnicos de sala; ignoro si lo que falta son fotocopiadoras o personal para operarlas, pero aportar una cosa u otra no parece requerir un esfuerzo heróico. Creo que esta carencia de recursos materiales y tal vez humanos pone de manifiesto el desinterés, cuando no el desprecio, de la oficialidad por lo archivos, en primer lugar, y más aún si cabe por los investigadores. Pensemos en una hipotética investigación que requiere la consulta de varios legajos. Acaso son legajos muy extensos, puede que con una letra (la temida "encadenada") que pone a prueba nuestra pericia paleográfica. Pues bien, en unas condiciones normales para el año 2018, el investigador podría: o pedir fotocopias urgentes de la sección que le interesase, para un par de días más tarde, llevárselas y descifrarlas tranquilamente; o hacer sus proprias fotografías de todo el documento (abonando, si el archivo lo requiriera, una tasa por el uso de una cámara) para luego identificar y sólo descifrar los pasajes relevantes; o bien, pedir fotocopias del todo, si hiciera falta, para acaso dedicarle horillas extras los fines de semana o festivos ¡pero no tener que deshojar la mitad del calendario antes de tenerlas en mano! Con la situación actual la única forma de consultar los documentos es presencialmente y pasando en el archivo las horas que hagan falta, perjudicando de muchas maneras a los investigadores: quienes acuden desde fuera de Madrid tendrán que costearse un hotel durante más noches; quienes no sean estudiantes, o investigadores a tiempo completo, tendrán que ausentarse de sus lugares de trabajo o de estudio para pasar más horas en su pupitre de la sala de consulta. Quienes tengan dudas sobre alguna abreviatura, o la sintáxis arcaica de un documento, no podrán llevarse una copia para meditar sobre su correcto descifrado, sino que tendrán que decidir en el acto sobre su contenido, con los posibles errores a los que conduce la prisa. No dudo que este obstáculo logístico lleve a la larga a abandonar más de un proyecto de investigación, al incrementar sensiblemente el número de horas que obliga al estudioso a pasar en un archivo, frente a lo que debiera y pudiera ser.
Y esto en la España en que el gobierno alegremente vierte millones al pozo sin fondo de los rescates de bancos y autopistas. Sobran los comentarios y falta vergüenza."