Es humano que algunas cosas parezcan verdades incuestionables, mientras que realmente sólo son incuestionadas.
Asi sucede con la concepción progre de la monarquia ideal, que impera en España desde la Transición. De muchos años a esta parte se nos dice, cual credo para los fieles, que la monarquía ideal es la monarquía de mínimos, la que manda todo el bagaje del antiguo régimen directamente al trastero sin pensárselo dos veces. Apenas si se oye alguna voz disonante - eso si, con gran autoridad - pero el pensamiento único que se nos imparte es que "La Monarquía española es moderna y democrática. Vive bajo el signo de nuestro tiempo." Y cualquier parecido con la de otra época es, además de puramente accidental, carca.
La reflexión viene a cuenta porque esta semana, coincidiendo con los festejos oficiales en Gran Bretaña por el 60º aniversario del reinado de Isabel II, una consultora especializada en valorar los activos de las empresas publicó un informe cuya conclusión estrella es que la monarquía británica vale 44.5 miles de millones de libras, entre los activos tangibles (£18 mil millones - palacios, joyas, etc) y los intangibles. Y en esta segunda partida viene lo realmente interesante: el informe señala que de esta parte, aporta £4 mil millones a la economía británica el aumento en ventas registrado por los productos Británicos autorizados a etiquetarse con un Royal Warrant, es decir, el escudo y texto que les identifican como Proveedores de la Real Casa. La Consultora opina que este caché añadido resulta en ventas adicionales (que sin esta distinción, no se producirían) para los productos favorecidos.
No creo que nadie vaya seriamente a sugerir que el uso de las armas reales en, digamos, una caja de galletas, redunde en menoscabo de la dignidad real. Alfonso XIII, por muchos defectos como persona y como rey que puede haber tenido, era pundonoroso desde la infancia y el Spielberg de la escenografía real: tantos uniformes, tanta pompa, la reconfiguración de las armas grandes del Rey... pues él no hacia ascos a dar su bendición heráldica a los elegidos. Y con la economía española como está, yo creo que cabe dejarse de progresismo por reflejo y preguntarse si la industria española no necesita toda la ayuda que se la pueda dar, máxime para los productos de exportación; dejemos la ficción de que la familia real hace la compra del hiper por internet como una familia media. Reconozcamos que para servir al país la corona necesita a veces soltar un destello del esplendor que en otra época tuvo, y que el blasón regio vuelva a adornar las etiquetas de productos cuidadosamente elegidos, como si se les armara caballeros para triunfar allende los mares.
Asi sucede con la concepción progre de la monarquia ideal, que impera en España desde la Transición. De muchos años a esta parte se nos dice, cual credo para los fieles, que la monarquía ideal es la monarquía de mínimos, la que manda todo el bagaje del antiguo régimen directamente al trastero sin pensárselo dos veces. Apenas si se oye alguna voz disonante - eso si, con gran autoridad - pero el pensamiento único que se nos imparte es que "La Monarquía española es moderna y democrática. Vive bajo el signo de nuestro tiempo." Y cualquier parecido con la de otra época es, además de puramente accidental, carca.
La reflexión viene a cuenta porque esta semana, coincidiendo con los festejos oficiales en Gran Bretaña por el 60º aniversario del reinado de Isabel II, una consultora especializada en valorar los activos de las empresas publicó un informe cuya conclusión estrella es que la monarquía británica vale 44.5 miles de millones de libras, entre los activos tangibles (£18 mil millones - palacios, joyas, etc) y los intangibles. Y en esta segunda partida viene lo realmente interesante: el informe señala que de esta parte, aporta £4 mil millones a la economía británica el aumento en ventas registrado por los productos Británicos autorizados a etiquetarse con un Royal Warrant, es decir, el escudo y texto que les identifican como Proveedores de la Real Casa. La Consultora opina que este caché añadido resulta en ventas adicionales (que sin esta distinción, no se producirían) para los productos favorecidos.
No creo que nadie vaya seriamente a sugerir que el uso de las armas reales en, digamos, una caja de galletas, redunde en menoscabo de la dignidad real. Alfonso XIII, por muchos defectos como persona y como rey que puede haber tenido, era pundonoroso desde la infancia y el Spielberg de la escenografía real: tantos uniformes, tanta pompa, la reconfiguración de las armas grandes del Rey... pues él no hacia ascos a dar su bendición heráldica a los elegidos. Y con la economía española como está, yo creo que cabe dejarse de progresismo por reflejo y preguntarse si la industria española no necesita toda la ayuda que se la pueda dar, máxime para los productos de exportación; dejemos la ficción de que la familia real hace la compra del hiper por internet como una familia media. Reconozcamos que para servir al país la corona necesita a veces soltar un destello del esplendor que en otra época tuvo, y que el blasón regio vuelva a adornar las etiquetas de productos cuidadosamente elegidos, como si se les armara caballeros para triunfar allende los mares.